Nuestro momento reaccionario. Internet no salió como queríamos ¿y ahora qué?
La generación X pasó de los 45 años. La edad en la que empieza a ser difícil distinguir los crepúsculos personales de los generales. También en el análisis de internet y la tecnología.
He detectado un patrón.
Salgo de un evento, conferencia o debate. Los participantes pasan de los 40 años o se acercan mucho a esa edad. Uno de ellos apunta algo del tipo “yo no soy anti-tecnología, PERO”.
Por lo general, los demás asienten. Es el momento de encargarse de los “peros” de internet y lo digital. Lo que sigue es una descripción del mundo como debería ser.
Curiosamente, suele resultar algo muy parecido a como era el mundo cuando teníamos 20 años. Con menos pantallas, menos emisores de información y contenidos y más controlados, reclamando una organización más jerárquica, una especie de meritocracia a lo siglo XX para la participación den el debate público.
La generación X ha pasado de los 45 años. La edad en la que empieza a ser difícil distinguir los crepúsculos personales de los generales. El momento en el que la tentación reaccionaria emerge. Justo cuando algo cansados y descreídos no podemos sino concluir que las cosas (la sociedad, el internet, nuestra vida) no sucedió como planeamos. Y que ya no somos jóvenes, cuando creemos que todavía todo es posible.
Tengo una teoría, pariente de la psicología evolutiva, para entender nuestro momento. El ser humano es plástico y se adapta, aprende de la experiencia, cambia en función de lo vivido. Pero, en la evolución de la especie, eso parece que sólo resultó útil para nuestra juventud. Una vez maduro, nuestro cerebro actúa como si no mereciera la pena gastar energía en esa apertura, la adaptación requiere un esfuerzo extra, enorme. La evolución nos diseñó para un mundo más estático que lo que nuestro desarrollo cultural y tecnológico nos está dando.
Leo a la gente más brillante de mi generación cuando analiza internet y la tecnología, escucho sus debates y podcasts. Es difícil rescatar un apunte esparanzador, siquiera mínimamente positivo. Es posible que en realidad estemos intentando expiar nuestro pecado tecnooptimista. Compensar aquella injustificada inocencia con envites agrios y destemplados.
Se han cumplido 21 años de que empecé a escribir Error500. A veces me releo, me escucho en alguna intervención y me pregunto ¿cómo identificar la tentación reaccionaria, cómo separarla de lo que es una justa crítica al internet, al universo digital y a las grandes tecnológicas?
En la otra cara de la moneda aparece otro personaje maníqueo y previsible, el que abraza cualquier cosa nueva y se sube a cada tren con vistas a hacer negocio de ello o por miedo a ser identificado como desfasado. Uno que siempre está presto a señalarnos a los demás que no comprendemos estos nuevos tiempos.
Estuve de invitado en el podcast de Marta García Aller, Pausa. Hablamos de muchos temas habituales por aquí: internet ahora es más content y menos social; hemos perdido la inocencia de otros tiempos; la obsesión por monetizar cada acción, cada segundo; la red como una máquina que convierte todo en contenidos; el repliegue de la conversación pública, que ya es una pura performance, a espacios privados.
Internet no salió como queríamos podríamos habler concluido en el episodio. En parte es por eso que cuando empezamos a discutir la inteligencia artificial muchos no conceden la mínima posibilidad. Sospecho que volverán a perder. Una sociedad se pueder permitir pecar de optimismo si luego corrige. Lo que no puede hacer es acabar atrapada en un bucle melancólico.
¿Los de 45? Espera a que, como yo, lleguen a los 70 (en mi caso, algo más de un año), cuando te entra el escepticismo como un a modo de agujero negro en cuyo horizonte de sucesos te ha ido situando la vida. Entonces ves, como tantas otras cosas, que internet no tiene ya nada que ver, ni remotamente, con lo que soñábamos hace treinta años, cuando para todo el mundo éramos unos frikis y unos "chateadores y arriesgadores de nuestro dinero" (el presidente de Telefónica y compañero de pupitre dixit). Pero en vez de amargarte el humor, sonríes sarcástico desde la terraza en la que tomas el sol y un whisky y piensas que estos "chavales" de 45 no entienden nada porque les han hecho luz de gas desde el principio, y que -como decía hace un par de semanas Pérez-Reverte- los de mi quinta, que sí entendemos el por qué y el cómo, ya estamos amortizados. Ante nosotros mismos, incluso.
21 años? Era un blog?