Un grado más de intermediación tecnológica entre nosotros y la realidad
También: Por qué la inteligencia artificial no ha sustituido a los radiólogos; La edad de oro para las personas con síndrome de Asperger
Hoy volvemos con un resumen de varios temas de tecnología, internet e inteligencia artificial. Nos vuelve a acompañar el evento Greencities como patrocinador:
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¿Por qué la inteligencia artificial no ha sustituido a los radiólogos?
Si la radiología con IA es tan buena, ¿por qué la IA no ha reemplazado a los radiólogos? Deena Mousa en Work in Progress y Ayushi Sinha en Out of Pocket explican tanto las causas tecnológicas como la parte que se explica por ineficiencia en el mercado y regulación.
Así tenemos que los modelos brillan en tests estandarizados pero su rendimiento cae en hospitales reales. Además, son demasiado especializados: cada algoritmo responde a un caso de uso concreto por lo que para cubrir un día típico harían falta decenas. Algo que me ha interesado especialmente: no hay suficientes datos sobre sucesos médicos raros en los datos de entrenamiento, y los humanos disponen de un modelo del mundo lo bastante bueno como para manejar esos casos más extraños.
A todo ello sumaría que el diagnóstico es una parte minoritaria del trabajo del radiólogo; el resto es comunicación con pacientes y clínicos, decisiones integradas y coordinación asistencial, tareas que los modelos actuales no asumen. ¿Y si los modelos generalistas con agentes y mejor nivel mejoran en todo esto?
Quedan los obstáculos tienen que ver con la percepción y la responsabilidad legal. Reguladores y aseguradoras son reacios a aprobar o cubrir IA totalmente autónoma; la responsabilidad por mala praxis sigue recayendo en el radiólogo, así que “humano+máquina” es el estándar; la sustitución completa sería muy cara (seguros) y arriesgada.
Un apunte final. En 2016, uno de los grandes investigadores de la inteligencia artificial como es Geofrey Hinton sugirió que quizás deberíamos dejar de formar radiólogos porque la IA los sustituiría pronto. Un buen recordatorio de que no somos muy buenos prediciendo el futuro, aunque seamos expertos en la materia que analizamos.
Meta Ray-Ban Display: un grado más de intermediación tecnológica entre nosotros y la realidad
En el último episodio de monos estocásticos nos hemos parado a explicar y analizar las nuevas Meta Ray-Ban Display
Hay tres debates que levanta el nuevo lanzamiento y la carrera, a priori exitosa, de la categoría de producto “gafas inteligentes” con audio, cámara e inteligencia artificial. A saber:
Panóptico distribuido reforzado: cada individuo lleva cámara, tiene conexión y puede compartir lo que observa para ganar notoriedad y alcance.
El nuevo rasgo que añaden las Meta Ray-Ban Display, que no es otro que poder tener una pantalla delante en todo momento. Al ser muy discreta resultará imposible para nuestros interlocutores detectar si estamos con toda la atención en ellos o si, por el contrario, andamos con un vídeo, un artículo o cualquier distracción en la pantalla proyectada en la lente.
El que a mi juicio integra a los anteriores y añade una perspectiva de fondo: llevar unas gafas con cámara, pantalla, IA y conexión a internet (esto gracias al móvil) es un hito técnico extraordinario (pesan 69 gramos) pero, sobre todo, un grado más de la intermediación tecnológica entre nosotros y la realidad.
Aunque los elementos “distópicos” eran más evidentes en el planteamiento de Apple y sus Vision Pro, las Meta Ray-Ban Display cumplen, por fin, la promesa del proyecto original de Google. En 2013 escribí “Repugnancia y fascinación con Google Glass”.
La edad de oro para las personas con síndrome de Asperger
Las personas autistas de “alto funcionamiento”, la parte del espectro antes conocida como síndrome de Asperger, suelen presentar una combinación de rasgos que incluyen habilidades sociales débiles, hipersensibilidades al ruido, las texturas o la comida, y la capacidad —o la compulsión— de concentrarse intensamente en dominios muy específicos.
Byrne Hobart en The Diff plantea que en el último medio siglo esos rasgos se han vuelto cada vez más valiosos económicamente. Y que ha sido gracias a la tecnología.
El desarrollo del ordenador personal en los años setenta dio a las personas autistas una herramienta sobre la que obsesionarse que, a diferencia de los aviones a escala, abría la puerta a carreras lucrativas. El auge del trading digital y las finanzas cuantitativas recompensaron la especialización frente al networking, y el pensamiento basado en datos frente a las relaciones sociales. E internet facilitó la vida a quienes eran socialmente torpes: más fácil evitar interacciones incómodas, pero también encontrar a otras personas igualmente torpes con intereses similares. La red, concluye Hobart, fue “construida por y para personas autistas”.
Esto último me parece lo más discutible de su pieza. Me acuerdo de las reflexiones de Javier Lacort sobre si los tímidos habían perdido internet por el protagonismo creciente del vídeo frente al texto. Creo que es posible una síntesis: aunque no vayan a ganar en la fama y viralidad digital, los autistas tienen buenas cartas para seguir descollando en negocios en lo digital. Y, en la inteligencia artificial, más.
Breves
No conocía esta historia de un bug software con consecuencias desastrosas que explican en Tom’s Hardware: El Therac-25 fue una máquina de radioterapia lanzada en 1985 que, debido a un error crítico de software, administró dosis de radiación cien veces superiores a las prescritas, lo que causó la muerte de al menos tres personas y lesiones graves a otras.
Arturo Fernández y Ricardo Abad presentan “Gafotas, Cegatos y sus aparatos. Podcast”. En este espacio, exploramos las tecnologías de asistencia orientadas a la ceguera y la baja visión, sin olvidar las últimas tendencias tecnológicas que nos interesan a todos.
Por qué tus amigos ya no escriben nada personal en redes sociales: “Lo cotidiano ya no tiene espacio”. Enrique Rey en Icon sobre un tema que lleva años interesándome, porque internet ahora es más “content” y menos “social”.
Pranav Baskar en NYT en español la centralidad de Discord en las revueltas de Nepal.