Diez años para reaccionar a Napster, 20 meses para domar la inteligencia artificial en la música
El momento “Napster” de la industria musical tardó casi una década en ser domesticado.
Desde 1999 pasaron casi 10 años hasta la llegada de Spotify.
Por el camino se dieron varios pasos: varios intentos de tiendas de canciones, iTunes para el iPod en 2003, cambios legales contra intercambio de archivos de música con copyright… y finalmente se dio con el modelo. La suscripción musical mensual: adaptada al nuevo medio para dar una buena experiencia sustitutiva de la descarga, al tiempo en el que los económicos funcionan para las grandes discográficas.
A partir de los movimientos de los últimos meses, me atrevo a sugerir que la domesticación del impacto de la inteligencia artificial en la industria musical va a ocurrir en mucho menos tiempo.
La música generada por inteligencia artificial ha cruzado un umbral crítico
Partamos de este reciente estudio. Los investigadores brasileños apuntan a que las canciones creadas con Suno (ojo, con las versiones v3 y v4, ya superadas por la actual v5) son, en esencia, “indistinguibles de la música humana”. En catas musicales ciegas, cuando se pidió a los oyentes que identificaran la canción creada por humanos sin IA frente a la de humanos con IA, su tasa de acierto fue de solo el 50%, equivalente al azar.
Debo aclarar que prefiero la terminología “creada con IA” frente a “creada por la IA” por motivos filosóficos (la máquina no tiene voluntad de crear) como técnicos (la obra concreta es diseñada por un humano).
La precisión de los oyentes solo aumentó marginalmente al 60% cuando ambas pistas pertenecían al mismo género. O si el participante sabía tocar un instrumento, también le ayudaba tener conocimientos de inteligencia artificial. En todo caso, sería razonable considerar alguna de las críticas al estudio: se compara la IA con la música humana “promedio” (canciones libres publicadas en Jamendo). La mayoría de los oyentes seleccionan activamente canciones de alta popularidad que, si bien no suelen ser las preferidas de la crítica, sí que tienen una producción más cuidada.
Miedos con la IA y la música
Teóricamente estamos llegando a un escenario en el que puedes pasarte el día entero escuchando música optimizada para tus gustos, diseñada y creada por una IA. Sería un escenario en el que el coste de cada nueva canción sería marginal, y los ingresos de esta actividad se dividirían entre la empresa de inteligencia artificial y los creadores humanos con IA. Sobre esto último tengo dudas: si vamos a un modelo ultraalgorítmico en el que la aportación humana es mínimo, la plataforma probablemente no necesitaría de nadie más para decidir temáticas, estilos o validar las canciones.
Mi apuesta es que hay una parte de la experiencia musical actual que se puede haber afectado por las obras generadas con IA: la música de fondo utilitaria para acompañarnos en otras tareas y las obras ultraalgorítmicas diseñadas para epatar meméticamente (véase “La vida es un carrusel” de este otro post).
La presunción de que pasaremos a un consumo automatizado pasa por alto gran parte de nuestras motivaciones cuando escuchamos música y por qué conectamos con sus creadores. Seguir y participar de la vida del artista, unirnos en comunidad a las obras para conversar sobre ellas y desplegar su influencia social, elevarnos en nuestro estatus cultural, identificarnos con los sentimientos humanos que motivan la obra. En este sentido, sospecho, la dupla “humano con IA” puede funcionar más allá del sonido de fondo sólo si está muy decantada del lado del primero y la segunda es mera herramienta dentro de un proceso creativo genuino.
Junto a este escenario, el otro gran temor es el slop, la inundación de los sitios de distribución por la lógica spammer de muchos creadores con IA. De nuevo, la industria (pensada como un todo, discográficas, plataformas, creadores) tiene una preocupación razonable: Spotify y compañía ya son una selva por la atención. Sólo puede ir a peor.
La estrategia de domesticación de la inteligencia artificial
La discográfica Universal y la herramienta de IA musical Udio resolvieron la demanda de la primera por vulneración del copyright. Acordaron lanzar una nueva plataforma basada en suscripción que se entrenará con música con licencia en 2026.
En ese acuerdo se introduce compensación a los propietarios de los derechos cuyas obras se usaron para entrenar la inteligencia artificial de Udio (según Universal, esos ingresos llegarán a los artistas). Ese primer punto es importante porque introduce un componente fundamental de la nueva economía que está naciendo con la IA.
Pero creo muy interesante este otro detalle: la nueva plataforma permitirá a los usuarios remezclar, combinar y crear nueva música mediante IA, usando material autorizado y con licencia pero será un “jardín cerrado”. El contenido generado con IA no podrá descargarse ni compartirse externamente, evitando así la competencia directa con las pistas originales de los artistas en las plataformas de streaming. Sora también tiene este lado de gueto de lo creado con IA, aunque permite exportar.
Qué dice Spotify en sus últimos cambios de políticas:
Se prohíbe la imitación memética de artistas (no puedes hacer canciones con una voz que imite casi clavada a Becky G),
montan un filtro anti-spam (sistema para detectar y despriorizar subidas masivas, duplicados, “pistas ultra-cortas” y otros abusos ligados al uso de IA),
exigen transparencia del uso de inteligencia artificial (vía metadatos en la canción que expliciten cada aspecto con IA, tal voz, tal base, etc…)
y alianzas con Sony Music, Universal, Warner, Merlin y Believe para desarrollar productos de IA “artist-first”.
De hecho no han vetado el uso de inteligencia artificial por creadores, pero sí presumen de haber retirado más de 75 millones de pistas “spam” en los últimos 12 meses.
Xania Monet es la IA aceptada, integrada y monetizada por la industria
El círculo se completa con esta noticia, “Una canción generada por IA ha entrado por primera vez en la lista de éxitos de Billboard”. Es curioso que se señale a Xania Monet, que es la “cantante de inteligencia artificial”, en lugar de la humana que la creó - Telisha Jones —quien utilizó Suno para la composición.
No hay mucha información sobre el proceso de creación de las obras, aunque su equipo defiende que usan la IA como una herramienta “para potenciar la creatividad humana”, no para reemplazarla. Sí la hay del contrato discográfico de tres millones de dólares que ha firmado Telisha Jones, con varios sellos pujando por ella.
Entre los artistas se percibe un rechazo mayoritario, con un grupo silencioso probablemente pragmático que la adopta como herramienta que ayuda en alguna parte del proceso, mientras una minoría emergente ve una oportunidad de crecer gracias a ella y se posiciona como “creadora con IA”.
Lo importante es que el resto de actores, desde Apple Music y Spotify a las discográficas, necesitan no alienar a los creadores clave para su negocio. De ahí que, aunque puedan entender la oportunidad económica que sería un escenario ultraalgorítmico, los planteamientos tiendan a proteger la cadena de valor actual.
La foto final es la de las discográficas atando compensación por parte de las empresas de IA por la vía judicial, domando la creación masiva hasta cierto punto al atajar qué se puede hacer con los mejores modelos y las plataformas como Spotify luchando contra la inundación de contenidos.
La inteligencia artificial sería por tanto domesticada para encajar con la industria actual más que suponer un cambio radical en la forma en que se crea, distribuye, disfruta y se hace negocio con la música. Mi impresión es que estamos en el momento “tienda digital de canciones que las vende una a una” y el modelo realmente adaptado a la nueva tecnología está todavía por ser descubierto.




