Confesiones de un comprador de vinilos en Amazon

Dice Amazon que la venta de vinilos ha subido - en su caso - un 745% desde 2008. Eso no es demasiado en términos absolutos partiendo casi de la nada, pero supone la conjugación de un verbo - subir, crecer, aumentar - que parecía desterrado de la industria musical.
Yo soy uno de esos. Un comprador de discos de vinilos y un comprador en Amazon. De hecho estoy cerca del estereotipo, en el top de ventas que han publicado están algunas de mis adquisiciones, como el Push The Sky Away de Nick Cave, el Modern Vampires of the City de Vampire Weekend o aquél For Emma. Forever Ago de Bon Iver. Ya saben, treintañero, universatario, urbanita y gafotas.

Creo que ninguna tecnología ha sorprendido a mi hijo tanto como el giradiscos. Ha jugado con consolas y ha tocado tablets y móviles; el otro día le dieron unas gafas para el 3d (no me di cuenta a tiempo) en el cine. Pero el vinilo tiene algo de lo que carece toda la parafernalia digital, el vinilo tiene liturgia. Y los humanos - alguien lo dijo una vez - quizás no seamos religiosos por naturaleza, pero sí que somos seres litúrgicos.
Escuchar música al viejo estilo es una forma de conectar con el pasado - mirando el precio de los discos ¿no es barata esta suerte de seguridad? - pero no sólo en la forma sino también en el fondo: del deleite con tiempo y esperas, con cierta reverencia hacia el grupo que va a sonar, que no salta de inmediato a tocar a golpe de click en una lista de reproducción cualquiera, sino que se hace de rogar y exige mimo y precisión. Y dinero, cuesta más mi vinilo mensual que la suscripción a Spotify.
Tiene, además, la relación con el objeto. Esta parte no acierto a descifrar si es generacional o acaso algunos atributos (el ancho, el largo, el alto, el color, el peso, el tacto, el olor) son necesarios para desarrollar nuestra vena fetichista. Probablemente sea lo primero, uno puede satisfacer su necesidad de tocar y coleccionar, de tener a un vistazo de distancia sus referencias personales con toda suerte de recursos.
Y compro en Amazon que no es lo que, en el fondo, me gustaría. Querría tener una tienda de referencia, algún sitio donde ir y perderme horas ojeando discos. Pero es que en esta tienda online ofrecen algo imbatible, algo que las discográficas no sueltan siempre para todas las tiendas y, a pesar de que lo lamentarán en el futuro, ayuda a la concentración: mi copia digital en cuanto he encargado el disco en formato físico.
Y es que cuando no estoy en ese momento de escuchar un disco con la placidez del equipo de música y mis vinilos quiero también tener lo que he comprado accesible desde cualquier lugar, llevármelo a todos mis dispositivos. Porque uno nació en el siglo XX pero no se quedó a vivir allí.
No creo que ni de lejos el vinilo vaya a salvar a la música ni a la industria ni nada parecido. La oleada que empezó hace una década ya no tiene vuelta atrás. Quedará este nicho y es posible que dure mucho, para algunos es demasiado tarde para cambiar.
Relacionado: Vampire Weekend y las ventanas de explotación en la música