Hay algo que, todavía, sólo tiene Twitter
El New Yorker aceptó ayer uno de esos trade-offs que los editores enfrentamos de vez en cuando. Un titular hiperbólico, un artículo mediano, una firma con tirón y un desarrollo que para nada justifica el puñetazo que pega en el encabezado: el final de Twitter. Por supuesto fue lo más leído de la revista.
No es la primera pieza al respecto, no será ni mucho menos la última. En el periodismo tecnológico es donde se puede apreciar la peor influencia del blogueo, quien más quien menos intentará no ser el último que certifique la dichosa muerte, quedar en una posición dentro de años en la que no poder decir "yo ya lo sabía, lo anticipé, mis análisis son brillantes". Un seguidismo que se conecta con la profecía autocumplida a través de la autoimpuesta obligación de que en tecnología siempre se debe producir la narrativa del nuevo y pequeño, del disruptor frente al incumbente, gigante, burocrático y, a buen seguro, perdedor.
En el momento de Twitter hay, en mi opinión, un aspecto que ninguna otra plataforma o aplicación ha conseguido conquistar. Un valor difícil de "monetizar" o siquiera de medir, y que, creo, mientras sea Twitter quien lo acapare hace que podamos poner en cuarentena las profecías de final y muerte. Twitter es, con todos los matices necesarios a la hora de leerlo, el sitio de la imagen y reputación públicas de los creadores de opinión.
Cuando un político quiere dejar atrás su pasado y aparecer ahora como respetable y moderado, lo que borra son sus tuits, no las fotos de Instagram; cuando un ciudadano quiere participar de la "opinión pública", quiere influir y que su mensaje se amplifique, participa en Twitter, no en Snapchat; cuando hay una pretensión de fiscalizar a los medios o de intentar que una historia aparezca en ellos, la gente se va a Twitter, no a Facebook.
Esto último habría que matizarlo. Facebook desde hace varios años ha pujado por el "compartir en público", ha trabajado mucho para atraer a medios, periodistas, blogueros... esa es, ahora y en el futuro con otras plataformas como Snapchat, la amenaza: que a Twitter le birlen su papel central en la información y la proyección pública.
Hasta entonces propongo que nos contenemos con titulares con menos gancho (los compañeros a los que edito me van a matar si leen esto): "Twitter no consigue los ingresos esperables para la base de usuarios que tiene", "Twitter parece frenado en tan sólo unos cuantos cientos millones de usuarios", o, mi preferido, "¡Sorpresa! Cuando una compañía crece lento o no es hegemónica en su categoría todavía sigue viva"