El adiós de Messenger
Hace unos cuantos años debatíamos con fruición como "la generación Y" era la "generación del Messenger" y como lo por venir debía adoptarse a ello. Incluso se llegaba a afirmar que los entornos de trabajo y educación quedaban obsoletos porque no estaban adaptados a la forma de comunicación que se iba a imponer: el chat síncrono en privado. Hoy Messenger dice adiós y sus usuarios se integran en Skype.
Ahora resulta ventajista echar la vista atrás y ver todo aquello como un espejismo. Primero tuvimos el traspaso hacia las redes sociales con su perfil menos privado y su asincronía y más tarde la convergencia en la explosión de la mensajería móvil, donde por cierto Messenger hubiese tenido su oportunidad de haber ejecutado mejor.
El chat síncrono sigue teniendo su trozo de la tarta, pero ni las redes sociales que han triunfado en el escritorio tienen segura su vigencia. No hay más que ver los denodados esfuerzos de Facebook por estar en la pomada de cómo nos vamos a comunicar y a "ser sociales" en movilidad.
El éxito en el pasado no asegura siquiera la supervivencia en el futuro, apenas una buena situación de partida con la trampa de confiarte en que lo que has hecho siempre te bastará para mantenerte.