Dos ideas de metaverso en disputa
El metaverso como mundo virtual en el que viviremos de manera inmersiva; el metaverso como marco para interpretar a la sociedad y sus cambios
El metaverso se ha convertido en una suerte de saco de boxeo al que golpear y ridiculizar. Si Zuckerberg se erigió como la figura mediática que más apostó, el ver cómo gastan miles de millones al año con resultados mediocres hasta el momento ha supuesto una oportunidad inmejorable para que entremos con todo. Sea por rechazo al concepto en sí, por ser una de esas tecnologías que no existían cuando me hice adulto, por odio a Facebook o por el gusto que a algunos producen los fracasos de las grandes corporaciones, el caso es que el tiempo ha sido propicio para apuntar con el dedo y señalar, “esto es una mierda, os lo dije”.
De hecho, en este mismo blog hemos planteado alguna que otra enmienda, al producto actual y al planteamiento de fondo de la estrategia de Zuckerberg y Meta. Pero, si queremos ser honestos, el propio Mark apuntaba que era un trabajo a 10 años vista: desde su punto de vista quizás a los accionistas no les hace gracia tanta inversión con incertidumbre y plazos tan largos, pero el asunto merece la pena porque el metaverso será la próxima gran plataforma tecnológica (por aquí lo discutimos, yo estoy más en la inteligencia artificial).
En el debate por momentos se pierde el punto de hacia donde van, qué es el metaverso no sólo en la estrategia de Meta sino en la mente de visionarios y resto de industria y qué otros servicios lo están adelantando. Por otro lado, planteo que hay una visión alternativa, un marco desde el que pensar la sociedad en contraposición
La idea de metaverso (y por qué va a suceder según sus defensores)
Empecemos por el por qué y luego nos iremos al cómo y al qué. ¿Por qué creen muchos analistas y visionarios que lo del metaverso acabará sucediendo? Porque la historia nos enseña que los humanos buscamos cada vez mayor inmersión en nuestra experiencia digital. Conforme la tecnología lo permite, elegimos modelos digitales que se parezcan o representen el mundo tal como lo experimentamos. Del texto a la imagen, luego el audio y el vídeo, cada vez más a la sensación de estar vivo en lugar de estático.
Esta búsqueda de que lo virtual evoque la experiencia del mundo “real” a la que estamos acostumbrados es patente en los videojuegos (pensemos en el salto de los plataformas a los diseñados para la “primera persona” en mundos tridimensionales) y además proporciona a los optimistas con el metaverso más razones: los niños y jóvenes con plataformas como Roblox, Animal Crossing, Fortnite o Wow están abrazando “proto metaversos”, lo cual nos lleva a un primer concepto, a una primera idea de metaverso tal como lo están pensando.
Así el metaverso sería un mundo virtual o varios mundos virtuales interconectados que existen en paralelo al mundo físico. Estos espacios permiten a los usuarios interactuar entre sí y con el entorno digital de maneras que van más allá de las interacciones tradicionales online. Un analista al que sigo hace muchos años, Mathew Ball, hace una gran defensa de esta idea en su recomendable libro “El metaverso: Y cómo lo revolucionará todo” (Amazon, Todos tus libros) y apunta a una lista de características de estos mundos vituales
Persistencia: El mundo sigue existiendo y evolucionando incluso cuando no estás conectado. Si haces algo en el metaverso eso “queda hecho”. Si un árbol cae en el bosque, entonces ha sucedido para siempre porque está recogido en una base de datos.
Escalabilidad: Debe poder acomodar a un gran número de usuarios y actividades simultáneamente.
Accesibilidad: Accesible desde múltiples dispositivos y plataformas.
Interoperabilidad: Los objetos y la información pueden moverse libremente entre diferentes espacios y aplicaciones.
Experiencia de Usuario: Ofrece una experiencia inmersiva que puede incluir realidad virtual, realidad aumentada, y otros tipos de interacción.
Economía: Un sistema económico que permite transacciones, tanto dentro como fuera del metaverso.
Cabe discusión en esta lista. Por un lado están las características que suponen una barrera técnica: si queremos mucha inmersión con realidad virtual, eso exige mucho de nuestras conexiones para acomodar la escabilidad de muchos usuarios al mismo tiempo. La persistencia también es muy costosa.
Por otro lado la interoperabilidad suena a una situación ideal contra la que lucharán Meta y otros, deseosos del control completo. En lado de la economía aparece la gente de la web3 y el mundo crypto para apuntar que sin “propiedad real” no ligada a un mundo virtual concreto, nos quedamos todavía en Second Life (es un asunto largo de explicar, planteamientos de la web3 y de escasez artificial me parecen de lo más detestable que se ha planteado en el metaverso). Por último en la experiencia de usuario, se está llegando a compromisos: mientras llega la inmersión realista podemos contentarnos con pequeños mundos 3D.
Todo esto lo discutimos y profundizamos en este episodio de monos estocásticos
En mi lado, las dudas con esta idea de metaverso no acaban en lo anterior. Por un lado el punto de partida de que buscamos cada vez más inmersión, una experiencia más parecida al mundo real ¿es correcta? ¿buscamos más inmersión o más rostros y voces humanas? ¿el convertinos en avatar no nos alejará?. Por otro lado, del producto de Meta y otros se deduce que esperan que queramos mantener nuestra identidad en lo virtual ¿querremos? ¿cómo se cruzan esos mundos con la inteligencia artificial y las personas sintéticas que están aparenciendo? ¿no se cumplirá la profecía de que estamos ante la experiencia más alienante jamás planteada al alejarnos del aquí y ahora sin acercarnos a nadie en absoluto?
Metaverso como marco de análisis para la sociedad de hoy
Hay una forma de utilizar el concepto de metaverso que me resulta muy persuasiva y que he incorporado los últimos años a como entiendo, analizo y me muevo por la sociedad actual. El metaverso no como un servicio o producto, como un mundo digital, sino como el entendimiento de que lo virtual, lo que sucede en internet, cada vez tiene más importancia en nuestras vidas y en nuestras sociedades.
Desde cómo y dónde trabajamos, cómo nos encuentran, nos relacionamos y nos damos a conocer; la información que nos llega, la influencia en nuestra forma de ver el mundo y cómo participamos de la opinión pública de masas; los grupos y tribus a los que nos adcribimos y a los que consideramos rivales o enemigos; los afectos, a quienes conocemos y queremos, quienes nos duelen o nos han dañado.
Cada vez más y para cada vez más población lo anterior está sucediendo en lo virtual. En plataformas y experiencias digitales y conectadas que, por su propia naturaleza, tienen una lógica, reglas y esquemas de incentivos diferentes a los del “mundo real”. Sin ellas no podemos entender ni analizar los cambios de nuestra sociedad, las herramientas del siglo XX quedan incompletas y las conclusiones resultan sospechosas cuando no incorporan que el metaverso, nuestra vida en lo digital y virtual, poco a poco se va comiendo a la experiencia “offline”.
Ambas formas de conceptualizar el metaverso no son incompatibles, operan en distintos niveles. Una la vamos a tener apareciendo intermitentemente según aparezcan desarrollos (pienso en las gafas de Apple) que lo sigan intentando, la otra entiendo que es necesaria adoptarla. No hay análisis mediático, del cambio social o del rumo de la economía que pueda ser completo sin ella.
Excelente artículo, como siempre, Antonio