Todos hemos tenido un momento de furia en internet, seguramente tú también lo tendrás
Hace unos días me llego una invitación a un evento, a uno de esos con pretensiones de exclusividad, innovación y presencia de gente muy prestigiada. El caso es que me llegó un día antes de la fecha del mismo (con todo el innecesario y poco creíble discurso de algunos profesionales de la comunicación sobre lo que les gusta este rollazo de blog y lo especial que sería que alguien como yo estuviese allí), lo que me llevó a pensar que no estaban muy bien organizados... diez segundos más tarde até cabos, el problema que tenían es que no se habría apuntado casi nadie y estaban convocando a la desesperada, servidor era relleno de última hora.
En condiciones normales uno se lo hubiese tomado con filosofía, después de todo tampoco soy la única coca cola del desierto y si las circunstancias se dan para que pueda aprovechar un buen evento, pues perfecto (no era el caso, el sarao en cuestión tenía baja demanda con razón, muy poco interesante). Pero sucedía que me pilló en uno de esos días en que todo te sienta mal, que estás cansado de batallas, derrotas, esfuerzos... así que empecé un correo muy poco amable a la agencia de comunicación que me convocaba. El correo era innecesariamente irónico sobre lo agradecido que me sentía por pensar en mí y lo feliz de la vida que me sentía dispuesto a ir corriendo a tuitear y bloguear sobre tan magno evento, y que no hacía falta que me avisaran con tanto tiempo, que yo siempre estaría dispuesto a cambiar todos mis planes para actos tan especiales. El correo no pasó de ser un borrador, esta vez dejé pasar la oportunidad de comportarme como un capullo.
Uno pasa muchas horas conectado. Leyendo, trabajando, compartiendo, también escribiendo y dialogando, aprendiendo a veces, perdiendo el tiempo otras. De hecho le doy muchas vueltas a la forma de estar en internet y en medios sociales, a la vez que tengo asumido que mis malos momentos y mis meteduras de pata es bastante probable que también sucedan online.
Repasando los últimos años recuerdo alguna antológica. A veces es un error por faltar sentido crítico cuando me llega información, pero otras es simplemente porque uno está estresado, encabronado, cansado o un poco de todo. Es en esos momentos en los te enganchas con algo que no tiene importancia, algo que en realidad podrías dejar correr o dejarlo para más tarde y saltas con el mensaje equivocado, con tono sobrado y, lo peor de todo, con la sensación de que estás soltando cuatro verdades que te deberían agradecer.
Todo esto viene a cuento de una película que ha pasado esta semana, involucrando a la gente de Riot Cinema y Nicolás Alcalá (a quienes no conozco en persona más allá de que invertí en El Cosmonauta), con una contestación bastante polémica a uno de esos tantos correos que llegan ofreciéndose en busca de trabajo. No conozco más allá de lo que se ha publicado, pero sí creo que puedo identificarme con las circunstancias.
Todos hemos tenido un momento de furia en internet, los que ahora machacan y critican el correo de marras (a los que no quito su parte de razón) también lo tendrán, de hecho un primer síntoma de que es algo que te puede pasar es dedicarte a dar palos sin parar a quien se ha equivocado y ya ha pedido disculpas. Un momento no nos define como personas, no nos debería encasillar si no queremos imponer que en la red practiquemos la autocensura buenista más absoluta. A fin de cuentas, el que no se haya comportado como un cretino alguna vez, que lance el primer tuit.
Por cierto, Nicolás en un registro mucho más agradecido: