Spotify y los límites de la nueva revolución musical

Han pasado ya unas semanas desde que apareció el que algunos elevan como "la nueva revolución musical", Spotify. Pasado este tiempo, creo que merece la pena revisar las luces y las sombras de su propuesta de modelo para la música bajo demanda.
El catálogo de grupo de Spotify
Parte de la llave del éxito de un servicio de este tipo es el de conseguir "tenerlo todo" a un mismo nivel - o incluso mejor - que las redes P2P. En el caso de Spotify hemos asistido a la retirada de parte del catálogo (que por otro lado sigue creciendo) y las restricciones geográficas. Nada nuevo, el modelo de streaming permite el control por parte del servicio y los propietarios de los derechos... sin cuyo beneplácito es imposible montar un negocio basado en contenidos.
Si Spotify u otro servicio quiere hacer dinero con los contenidos, tiene que llegar a un acuerdo y compensar a quienes los hacen. Otro tema es que nos resulte inconcebible el que estrangulen a quienes plantean nuevos modelos para la música mientras piden el control de internet. En todo caso, el streaming tiene elementos comunes con el DRM (control de cuando y desde donde se puede escuchar qué) y otros que lo diferencian (no vinculación con un dispositivo y un fabricante determinado). La publicidad y el negocio de Spotify
Han comenzado los anuncios en Spotify y con ellos han llegado las primeras quejas. La apuesta por el freemium requiere que haya anunciantes que sufraguen los gastos de los usuarios gratuitos y capacidad de convertir en pagadores a un porcentaje de ellos. Hasta cierto punto, tienen que ser capaces de que la experiencia gratuita no sea demasiado buena o que, por el contrario, la de pago tenga unas ventajas que se perciban muy claras. En blogoff, su responsable mencionaba los estrenos como exclusiva para clientes de pago, una fórmula con la que la industria podría empezar a rentabilizar los filtrados de discos y singles.
El cliente y la movilidad
Furilo subrayaba la genial experiencia de usuario que proporciona el cliente de Spotify, que por cierto utiliza un sistema híbrido de servidores y P2P. Lo cierto es que los usuarios están acostumbrados a usar un cliente instalado en el equipo local para escuchar música, por lo que no lo perciben como una barrera de entrada. Claro que este cliente también es una limitación para ofrecer el servicio en movilidad, no hay clientes para móvil ni versión accesible vía web... ¿pagar 120 euros al año sólo para música en el PC cuando hay otros servicios por suscripción que ofrecen además escuchar en cualquier sitio?

Concluyendo
Como a casi todo el mundo, me encanta Spotify. Tiene una buena experiencia de usuario, un catálogo bastante amplio y es gratis ¿cómo no me iba a gustar? Sin embargo, es importante subrayar los límites de esta nueva revolución musical, estoy convencido de que varios de los elementos que se pueden encontrar en Last.fm (que sigue siendo mi servicio predilecto), Yes.fm o los sistemas de pago por descarga sin DRM. Que nadie borre todavía su catálogo de música local como sugería Nacho, tampoco estamos ante el poder para los usuarios que logró Napster como reflexionaba Escolar... a Spotify todavía le queda mucho para ser la nueva revolución musical.
Otros análisis en Acritud, Sebas Muriel, Genbeta, invitacione.