Por el fin de la etapa de hype desmedido con la inteligencia artificial
Sobre el escepticismo con el que veo el "crecimiento económico explosivo" que traería la inteligencia artificial según sus mayores entusiastas
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Uno de los artículos más interesantes que he leído estas semanas es el debate que recoge Asterisk entre el economista Matt Clancy y el investigador del MIT Tamay Besiroglu sobre el impacto económico de la inteligencia artificial. Besiroglu es muy optimista sobre el crecimiento que la IA traerá: será capaz de realizar la mayoría de las tareas que actualmente realizan los humanos, por lo que ve probable que veamos un crecimiento económico explosivo (que supere con creces cualquier cosa que hayamos presenciado anteriormente, al menos diez veces la tasa de crecimiento anual observada durante el siglo pasado, y sostenida durante al menos una década).
Clancy por su lado es bastante más cauto, reconoce que la IA podría acelerar el crecimiento económico, pero es muy escéptico de que el crecimiento sea "explosivo" según la definición de Besiroglu. Creo que tiene razón: hemos tenido tecnologías transformadoras en el pasado (como la electricidad y la computación) que, aunque cambiaron radicalmente el mundo, no resultaron en un crecimiento económico "explosivo".
La misma semana, una encuesta realizada por The Verge a 2.000 adultos estadounidenses ofrece una imagen clara de quién utiliza la IA y para qué la utiliza. Aquí están los detalles:
Quién utiliza realmente la IA: A pesar de que la mayoría de la gente sabe que la IA existe, un alto porcentaje (67%) ni siquiera ha empezado a utilizar productos basados en ella. ¿Quiénes lo hacen? Principalmente la Generación Z y la Generación del Milenio... y no tanto sus padres.
¿Para qué utilizan la IA? Sobre todo para proyectos creativos: fotos, música e historias. Las tareas profesionales, como el correo electrónico, la programación y el análisis de datos, son menos comunes (aquí hay un sesgo, las disciplinas más técnicas aparecen menos porque ciertamente tienen menos usuarios).
Más datos, en este episodio de monos estocásticos comentaba que llegado el verano habían bajado notablemente las búsquedas de “ChatGPT”. Similarweb confirma la tendencia: el tráfico al sitio web de ChatGPT cayó un 9,7% de mayo a junio, según estimaciones preliminares. En Estados Unidos, el descenso intermensual fue del 10,3%. En todo el mundo, los visitantes únicos del sitio web de ChatGPT descendieron un 5,7%. La cantidad de tiempo que los visitantes pasaron en el sitio web también descendió un 8,5%.
Es más, subrayan en su informe que Character.ai también estaba bajando en audiencia. lo que cuestiona mi hipótesis de que el descenso de ChatGPT era debido sólo a que tiene un enorme uso por parte de estudiantes que empezaron las vacaciones de verano. Pero si desciende también una alternativa lúdica y no práctica, parece claro que hay algo más.
El debate sobre el impacto de esta generación de productos y servicios de inteligencia artificial no es sólo técnico, si tecnológicamente tiene el nivel para aportar el valor que las expectativas actuales le presuponen, sino también social y organizativo: cómo de rápido vamos los individuos, las empresas y los estados a incorporarlo.
Mi impresión es que los usos reales producción que se están consolidando (pienso en creación de piezas publicitarias, programación, imágenes de stock, audio para el doblaje, pequeñas mejoras de herramientas ya existentes, algo en investigación científica) no son la revolución vertiginosa que se transmite en el debate público.
Tenemos también alguna depepción tras varios meses con GPT-4. En el sector medios, donde debería estar más clara la oportunidad de integrar generación de texto, las apuestas más fuertes (Buzzfeed, Cnet, ahora también Gizmodo) han resultado en escándalos y depepciones. Mis dos céntimos para el sector: la IA actual es mucho más valiosa en los procesos de trabajo del creador que en directamente ponerla a producir el contenido final.
Algo que suelo recordar es lo que comentamos cuando salió ChatGPT: si no eres rigurosa siempre ¿eres fiable alguna vez para ponerte en producción?. Las “alucinaciones” - es decir, errores e invenciones - de estas inteligencias artificiales generativas han disminuido con GPT-4, pero no desaparecido. En el caso extremo de “comprar el hype” me crucé con una historia de miedo: “Mi pequeña empresa ha perdido completamente la cabeza con la IA”.
Volviendo al impacto económico, Arjun Ramani y Zhengdong Wang tienen un muy buen texto que argumenta de forma brillante la tesis que mantengo: aunque el ser humano tiene un buen historial de innovación, la tasa de crecimiento tendencial del PIB per cápita nunca ha superado el tres por ciento anual. Todavía no ha habido ninguna tecnología que supere el umbral del 3%. Sólo una evidencia contundente debería hacernos esperar algo diferente. Es probable que la IA sea transformadora, como lo fue Internet, pero tiene muchos obstáculos en el camino hacia las tasas de crecimiento acelerado que algunos predicen.
¿Qué argumentos podemos mantener a favor del hype? Por un lado tenemos que están lloviendo millones hacia startups de (o con) inteligencia artificial, como reflejamos en esta edición de la newsletter de monos. “Todas las startups son ahora empresas de inteligencia artificial” titulaba Elaine Moore en FT. Más: el 72% de los directivos de empresas de la lista Fortune 500 tiene previsto adoptar la IA generativa en los próximos tres años. Claro que aunque podamos vaticinar que más empresas intentando crear servicios y productos con IA ayudarán a que aparezcan los que puedan tener impacto, también se puede leer como síntoma del hype y no su justificación.
Veo más convincentes los argumentos que me llevan a ser optimista a medio y largo plazo. Hassabis apuntando a que su Gemini superará a GPT-4 integrando técnicas utilizadas en AlphaGo (aprendizaje por refuerzo entre otras) o la propia OpenAi, que resulta más creíble hablando de superinteligencia cuando se juega sus recursos en la búsqueda. Son indicios de que no hay un techo tecnológico en el paradigma actual (deep learning sobre arquitectura Transformer), veremos.
La gente de la tecnología solemos habitar en una cámara de eco, de la que además presumimos: los demás no se dan cuenta de lo sorprendente que es la IA, del enorme avance que hemos conseguido (hemos logrado que las piedras de silicio hablen) y, presumimos, “vamos por delante del resto que se quedará atrás si no nos compra el hype”. Esto a veces refuerza nuestra dificultad para entender cómo funciona el mundo, que hay inercias, resistencias y complejidad que imponen la necesidad de tiempo para que una tecnología nueva como la inteligencia artificial cambie el trabajo, las empresas y la sociedad.
En los últimos meses hemos asistido al fin de otro “hype”, el del metaverso, algo reconocido incluso por directivos de Meta. En su competencia por ser la nueva gran plataforma tecnológica, realidad virtual / metaverso e inteligencia artificial comparten que a 10 años vista tienen mucho más potencial. La diferencia es que la IA ya nos está dando mucho: productividad en sectores como la programación, ayuda en procesos en las tareas creativas, optimización en investigación científica y unas cuantas chorradas divertidas en el entorno de lo personal, afectivo y lúdico. Lo único que tiene que quitarse de encima es esa pesada losa que sólo ayuda a algunos en lo de tener más alcance en Twitter: pensar que cada pequeño avance técnico, “lo cambia todo”.