La paradoja de Netflix: cada vez es peor, cada vez es más difícil competir con ella
5000 es el número de la semana. 5.000 millones de dólares pierden al año los competidores de Netflix; 5000 suscriptores tiene esta lista de correo.
Hoy es un día para dar las gracias a todos los que os habéis suscrito a la lista - ya somos 5.000 - y, especialmente a todos los que la habéis compartido y recomendado.
Las newsletters tenemos un problema de descubrimiento. No posicionamos en Google, no nos viralizamos en plataformas, mantenemos la lectura (la turra) frente a la cada vez mayor hegemonía del vídeo. Sin vuestra ayuda y recomendación los proyectos artesanales en internet no tienen recorrido.
Si competir con Netflix cuesta 5.000 millones de dólares al año, casi mejor venderles el contenido y rendirse
Disney, Warner Bros Discovery, Comcast y Paramount perdieron en conjunto 5.000 millones de dólares en sus negocios de streaming tratando de crear cada uno su “alternativa” a Netflix.
Paramount será probablemente la primera en caer y parece estar buscando compradores, mientras que Disney planea miles de despidos (incluso en Pixar) a la búsqueda de la rentabilidad en 2024 (perdió 1.600 millones de dólares en los nueve primeros meses de 2023 con Disney+).
Es notable el fracaso de los estudios montando su Netflix en un fenómeno que de nuevo podemos atribuir a la doble ilusión que se produjo en el período 2020-2023: que hábitos de consumo de la pandemia iban a permanecer al menos en parte y la provocada por los tipos de interés a cero con mucho dinero buscando donde invertirse.
La realidad es que ni sus franquicias de contenido eran tan valiosas ni han tenido el tiempo de construir lo que sí consiguió Netflix: establecerse como el objeto cultural de referencia para una generación con una buena dosis de agregación de producciones “atemporales” junto al movimiento estratégico clave de una enorme cantidad de producción propia.
Esta posición se revela como difícil de asaltar porque no es tanto una cuestión de oferta y demanda sino de un efecto red mucho más difícil de apreciar. Compartir objetos culturales nos permite el mimetismo, la conversación sobre ellos, el no sentirnos sólos.
Para los que han intentado competir se abre una disyuntiva. Seguir perdiendo dinero para intentar crear una alternativa y tener un mejor negocio en el futuro sin depender de Netflix, o licenciarles el contenido volviendo a la rentabilidad a corto plazo.
Mientras Netflix cada vez es peor. Y no me refiero a sus series. Se puede discutir la calidad de su material (yo hace tiempo que dejé de estar suscrito), pero no sobre si su propuesta es popular: siguen batiendo récords y previsiones. Hablo del resto de variables de su propuesta.
Tan buena es su posición que se pueden permitir más subidas de precios, incluida la eliminación de la suscripción más barata que todavía no tenía anuncios. Esto tiene un claro sentido económico para Netflix. Para que la versión con publicidad les funcione necesitan volumen que les equipare en alcance a la televisión de siempre. Una vez llegados a ese punto es cada vez más probable que el usuario de “bajo precio con publicidad” les genere más rentabilidad que el de “medio precio sin publicidad”. Al final esa es su variable a maximizar, el ARPU.
No se puede compartir, para verlo sin anuncios hay que pagar cada vez más, irán subiendo la saturación publicitaria. Da igual. Mientras Netflix tenga la predominancia cultural y sea la plataforma de referencia, el resto aspira a ser considerada “la segunda suscripción que tengo”. Eso le abre el camino a acercarse a la televisión por cable estadounidense de siempre, pero peor. Yo llevo llamándola años “Telecinco con mejores apps”. El año que viene añaden el Pressing Catch.
El problema del resto del sector es estratégico. Los estudios necesitan que haya alternativas competitivas para evitar que Netflix concentre todo el poder de negociación de precios. Pero cada uno tiene pocos incentivos para ser el que se mantenga muchos años perdiendo dinero por tener una posibilidad de serlo.
Sólo la autoridad judicial competente puede autorizar el sacrificio del derecho al secreto de las comunicaciones
“Cuando un abogado pide la nulidad de una prueba por vulneración de derechos fundamentales (aquí, la intimidad) no solo defiende a su cliente: defiende la vigencia de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos”. La cita es de José María de Pablo comentando este hilo de Niporwifi.
Merece la pena leer lo publicado por el tuitero y ver los vídeos que comparte. Una broma en un grupo privado de amigos en Snapchat de un chaval de 18 años - “De camino a estallar el avión. Soy miembro de los Talibán” - fue “detectada” por los servicios de inteligencia británicos y acabó con el chaval delante de la Audiencia Nacional en España.
Final feliz para el acusado. Recordatorios varios para todos. Tenemos derecho al secreto de las comunicaciones. Debemos ser más celosos de nuestra privacidad en ellas, evitando Wifis públicas (o al menos usando VPNs) y chats grupales que no tengan cifrado extremo a extremo. Tendría cuidado con esa idea de “yo no hago nada malo, no me importa que el estado espíe mis mensajes”.
Breves
Otra de esas posibilidades con las que cada año flirteo y nunca acabo de acometer, “Cómo estoy (re)aprendiendo matemáticas de adulto”. Gabriel Mays (en inglés).
Cómo preparo una charla. Javi Santana.
Los coches eléctricos más esperados de 2024. Izan González.
Bienvenidos a la era del aceleracionismo efectivo (o por qué mucha gente está añadiendo 'e/acc' a su biografía). Javier Lacort.