De difteria, antivacunas y el estado
He aquí un partidario de proteger la libertad individual y la potestad de lo padres frente al estado ante el dilema de la vacunación y los antivacunas. Un caso que tiene a un niño - seis años, de la edad de mi hijo - en el hospital con difteria.
Hay un tema del que estoy orgulloso: la cobertura del fenómeno antivacunas que hemos realizado en Weblogs SL. No sólo por lo publicado estos días, sino porque es un tema con el que llevamos años tocando: Hay vacuna contra los antivacunas: leer. 31 artículos, libros y vídeos sobre inmunidad y vacunación, Antivacunas y regreso de enfermedades, una historia de miedo e irracionalidad, Así era el mundo al que nos quiere devolver el movimiento antivacunas, etc...
De todo ello lo que creo que tiene más valor es lo que venimos contando sobre vacunas en Bebés y Más, una web con un tráfico brutal en el que el patrón habitual el de padres con dudas y lagunas de información y con una postura editorial pro lactancia materna y colecho. Esto último no es baladí, parte de la ideología subyacente en los antivacunas radica en la supremacía de lo natural, de lo que derivan que la inmunización a la que ayuda la leche materna sustituye a las vacunas y que los "químicos artificiales que ponen la industria farmacéutica" son el mal. Llevamos años luchando por deshacer ese nudo y, creo, hemos aportado mucho a favor de una visión científica del tema.
El caso es que los signos de los tiempos - esa creencia en lo natural, el rechazo a la "industria y los mercados", esa necesidad de tener un malvado al que culpar del autismo - apuntan a que a pesar del caso los antivacunas no se van a mover. No se va a producir ese proceso de "concienciación" que reclaman los políticos para evitar tener que meterse en el charco del debate que la sociedad está empezando a tener sin ellos: si debemos obligar a los padres a vacunar a sus hijos.
Y aquí uno es cuando empieza a sentirse incómodo con la facilidad con que despachamos el tema. Creo que en poco valoramos la violencia que ejerce un estado cuando obliga a unos padres a hacer a sus hijos algo que ellos consideran lesivo. Que el estado te amenace con quitarte la custodia, con llevárselos mientras te detienen por la fuerza y, eso crees, inyectarles productos que estás convencidos que le van a perjudicar.
Uno es de los se violentan con cada concesión que nos empuja a que los niños cada vez son más propiedad del estado y menos custodia de sus padres. Cada paso en esa dirección me desasosiega y me sumerge en nuevas preocupaciones sobre la libertad individual sometida a las ficciones que son las identidades colectivas.
Y sin embargo creo que acabaré aceptando, o más bien, siendo también partidario de que haya mecanismos que o bien fuercen a vacunar o bien aislen a los que no lo hacen. Pocas cosas ayudan más a un liberal a convertirse en un conservador que el tener hijos. Un conservador no en lo ideológico sino en lo vital, alguien que a fin de cuentas lo que más le preocupa es que le pueda pasar algo malo a sus hijos: un contagio grave provocado por la estúpida inconsciencia de unos pseudorebeldes acientíficos.
Imagen: Fotomontaje de Armando Bastida basado en fotos de Zaldylmg y Lars Plougmann
Actualización: Jorge Segado también ha escrito sobre el tema