Controlar la relación con el usuario es controlar la compra de contenidos y servicios
Hace años que iPod y iTunes consolidaron un modelo que se viene relevando como un patrón para la adquisición de contenidos y servicios en el ámbito digital: quien controla el interfaz, la relación, con el usuario controla el mercado. iPod era el interfaz ente el usuario y la música y la fórmula la hemos vuelto a ver funcionando con Kindle y con la App Store de Apple. No sólo es que funcionase con la música, es que se ha llevado con éxito a otros tipos de contenidos y también a las aplicaciones y con una derivada adicional: comprar desde el dispositivo con el que vamos a consumir estos contenidos. Claro que tanto Amazon como Apple han necesitado diseñar plataformas cerradas, para las que nadie puede vender contenidos con DRM si no son ellos (y esto es algo que las grandes editoriales exigen a día de hoy) y para las que nadie puede desarrollar a no ser que se haga el "jailbreak" que acaba con la garantía del dispositivo. Este es el modelo desde el que se entiende que Amazon quiera fabricar más hardware además de Kindle (Bits). Cuando hablamos del futuro de las librerías y de la crisis de B&N no deberíamos olvidar que el gran negocio de Amazon sigue siendo la venta de productos físicos. Lideran la venta de contenidos digitales, han desarrollado una estrategia acertada con aplicaciones de lectura para cada plataforma (minimizando el riesgo de perder los libros comprados si sigues con su Kindle), pero si la lectura se desplaza a dispositivos no especializados, Amazon tendría una posición de debilidad frente a Apple y a Google.
Y es que aquí también hay que considerar a Google, cuya capitulación en la neutralidad de la red hay que leerla desde los acuerdos con las telecos para convertir a Android en la gran plataforma para comprar contenidos y servicios (gran artículo al respecto en Wired) y están ultimando su entrada en la comercialización de libros y música. En este puzzle queda por encajar la postura de los grandes propietarios de derechos (estudios, editoriales, discográficas), que probablemente prefieran un escenario con el máximo número de competidores que no pueda adoptar posturas de fuerzo como en su momento pudo tener Apple con el dominio de iTunes.